Me gusta estar vivo, ser capaz de saborear cada instante como si fuera el último. Por eso hoy quiero hablar sobre el momento presente, un tema que tiene su intríngulis porque es algo tan sencillo y evidente que pasa desapercibido. Así que me pregunto: ¿cómo puedo expresarte mi experiencia sobre este tema del «aquí y ahora» de manera que comprendas la relevancia que tiene? Voy a intentarlo.
Existen muchas definiciones de tiempo presente, algunas de ellas lo explican de la sieguiente manera: «El tiempo que es «el ahora» y que llega a ser el pasado casi tan rápidamente como es observado»; «Es la manera de estar en comunicación con el medio ambiente tal y como es y no como existió o existirá»; o «El punto donde la persona se hace consciente de lo que ve, oye y siente».
Por lo general, se tiende concebir el tiempo como una línea que viene del pasado, llega al presente y se dirige hacia el futuro. La mayoría de la gente, si se tuviera que ubicar en esta línea, diría que se encuentra en alguno de los dos extremos, porque pasa la mayoría del tiempo ocupada en sus pensamientos y no en lo que sucede en el instante en el que se encuentra. En el 90% de las ocasiones nos centramos en cosas del pasado o del futuro, pensando en lo que haremos mañana o en lo que pasó ayer, por lo que pasamos muy poco tiempo en el «aquí y ahora». Como decía una de las definiciones anteriores, el presente es tan efímero que, como el agua, se nos escurre entre las manos, por lo que llega a ser un arte el poder vivirlo y disfrutarlo.

¿Cómo podemos centrarnos en el «aquí y ahora»? Quiero compartir contigo algunas maneras de experimentar el momento presente. Una de ellas la aprendí con la PNL —Programación Neuro Lingüística—. Esta teoría dice que, en esencia, somos observadores percibiendo información procedente de nuestro cuerpo y del ambiente que nos rodea, es decir, registrando aquello que vemos, oímos, olemos, saboreamos, tocamos o recopilando las sensaciones internas que nos llegan de nuestro cuerpo, así como las que surgen de nuestras emociones, pensamientos, etc. Para centrarnos en el momento presente basta con que prestemos atención a lo que estamos percibiendo aquí y ahora. En la modalidad visual podemos preguntarnos: ¿qué es lo que tenemos delante? Y fijarnos en las características de lo que vemos: los colores, el brillo, la tonalidad, el movimiento, la distancia, la nitidez, la profundidad, el tamaño, etc. En la modalidad auditiva podemos atender a lo que oímos para apreciar el volumen, la duración, el ritmo, la distancia a la que está el sonido, si es grave o agudo, etc. En la modalidad kinestésica —que agrupa tacto, olfato, gusto, y el resto de sensaciones corporales— podemos valorar la intensidad, la textura, la duración, la temperatura, el peso o la dirección.
Este ejercicio puede parecer evidente, simple e incluso tonto, pero contribuye de una manera muy notable a que conectemos con el «aquí y ahora» y, por consiguiente, nos ayuda a sentirnos vivos. En el momento en el que percibimos esta información, estamos viviendo el presente; mientras que si andamos perdidos en nuestros pensamientos, sobre el futuro o el pasado, sin prestar atención a aquello que tenemos delante, la sensación que nos invade cuando llega la noche es la de que se nos ha ido el día sin hacer nada interesante.
El tiempo está estrechamente unido al espacio, tanto que una de sus definiciones es: «partículas físicas en movimiento a través de un espacio». Por esta razón, la percepción activa del espacio que nos rodea es otra manera de vivir el presente. Por ejemplo, si estamos en una habitación, podemos centrarnos en la distancia que nos separa de las paredes. Podemos comenzar por la pared que tenemos delante, luego sentir el espacio que hay a nuestros costados y, finalmente, centrarnos en la distancia que nos separa de la pared que hay a nuestras espaldas. Cuando tenemos dominado este ejercicio nos podemos centrar en sentir la distancia que hay entre nosotros y las cuatro paredes a la vez.

Las rutinas, es decir, las actividades que han ido pasando del control consciente al inconsciente, son otro de los mecanismos que nos permiten vivir el presente. Pensemos en el proceso de conducción, por ejemplo. Recordemos cómo debíamos dedicar toda nuestra atención a esta actividad cuando comenzamos a desarrollarla: cómo debíamos manejar los pedales y las marchas, cómo debíamos ser conscientes de nuestro entorno, cómo debíamos calcular las distancias o la velocidad, etc. Más tarde, con la práctica, todo el proceso se automatizó y ahora somos capaces de conducir y tener una conversación al mismo tiempo. Para entrar en contacto con el «aquí y ahora» a través de las rutinas, debemos dar un paso atrás en nuestro aprendizaje y prestar atención a la manera en la cual llevamos a cabo nuestros hábitos, es decir, debemos ser capaces de prestar atención a lo que estamos haciendo en el instante en el el que lo estamos haciendo.
Todos los ejercicios planteados hasta ahora nos ayudan a saborear la vida, es decir, a disfrutar de lo que tenemos delante, o dicho de otro modo, a apreciar la única realidad que existe, el presente. Lo ocurrido ayer, hace una hora o hace apenas 10 minutos ya no existe, es algo que ya no está aunque haya dejado ciertas huellas en nuestra memoria. Y el futuro, aquello que pasará mañana o dentro de un rato, tampoco existe. Lo único que es real es lo que estamos viviendo en este preciso instante, estemos donde estemos y nos encontremos con quien nos encontremos.
Cuando al comienzo de esta publicación he dicho que me gusta estar vivo lo he hecho con toda la intención. No me refería sólo a que me gusta tener un cuerpo en el que late un corazón; también me refería a que disfruto sintiéndome realmente vivo, a que intento deleitarme en el «aquí y ahora» cada vez que puedo. Todo el que haya sido consciente de sí mismo, de su cuerpo y del ambiente en el que se encuentra, sabrá a lo que me refiero. Tengo la convicción de que todos los seres humanos quieren sentirse vivos por dentro y no llevar una vida aletargada que pase volando. Debemos actuar para evitar que, en la vejez, nos asalte la sensación de que sólo hemos saboreado unos pocos momentos de la vida. Por ello te invito a que disfrutes y a que saques jugo a cada instante de tu vida.