Lo queramos o no, los conflictos forman parte de nuestra vida. Somos seres sociales y a diario tratamos con un gran número de personas: nuestra pareja, nuestros compañeros de trabajo, nuestros amigos, etc. Relaciones en las que, debido a la aparición de intereses encontrados, surgen diversos roces que acaban generando un gran malestar. Un hecho importante, porque la exposición continua a estas disputas y su acumulación en el tiempo son una de las mayores fuentes de desasosiego para el ser humano. Por esta razón es tan necesario que aprendamos a gestionar los conflictos de una manera adecuada.

Digo aprender a gestionarlos porque tratar de evitarlos es como hacerse trampas al solitario, es engañarse a uno mismo. Debemos tener muy claro que es imposible caerle bien a todo el mundo o aspirar a que los integrantes de cualquier grupo piensen de la misma manera en todo momento. Los conflictos surgirán y cuando lo hagan debemos ser capaces de manejarlos de la manera más constructiva posible para conseguir una vida más armónica y placentera.

¿Qué es un conflicto y cuándo aparece?

Para que un conflicto tenga lugar basta con que se opongan en un mismo punto y momento dos fuerzas con una magnitud similar. ¿Qué quiero decir con estas palabrejas tan extrañas? Es sencillo, los conflictos entre personas surgen cuando chocan las ideas, las necesidades, los deseos, los objetivos, las emociones o los puntos de vista de dos o más individuos. El conflicto aparece en el momento en el que cualquiera de estos elementos psicológicos es contrario al de la persona o personas que tenemos delante.

La tendencia natural es la de pensar que los conflictos se afrontan por medio de dos vías: la oposición y la rendición. Sin embargo, ninguna de estas opciones resulta satisfactoria. En ambos casos las sensaciones de angustia o de desasosiego están garantizadas. En la oposición porque se genera una situación de gran tensión entre las personas en disputa; y en la rendición porque damos la espalda a nuestros deseos, lo que nos provoca, a su vez, un incómodo conflicto interior.

 class=

¿Qué nos impide abordar correctamente un conflicto?

La gestión de conflictos eficaz pasa por generar opciones alternativas a la oposición o la rendición. Pero, ¿por qué nos cuesta tanto abordar otras vías distintas? Existen un par de mecanismos psicológicos que entorpecen nuestro análisis racional en estas situaciones y, por consiguiente, su correcta gestión.

El primer mecanismo es el fenómeno de reactivación —también conocido como restimulación—. Este proceso genera una respuesta inconsciente que se activa de manera automática ante determinadas situaciones. ¿Qué situaciones? Aquellas que nos recuerdan a alguna experiencia dolorosa, incómoda o desagradable ya vivida.

Nuestra mente trata de ayudarnos a superar estas experiencias dolorosas ofreciéndonos soluciones que nos permiten seguir adelante con nuestras vidas. Estas respuestas se almacenan en nuestro subconsciente para que nuestra mente recurra a ellas cada vez que nos enfrentemos a una situación similar. Así, cada vez que vemos, oímos o sentimos algo que nos recuerda al incidente inicial, «activamos» la «solución aprendida». Sin embargo, estas respuestas no siempre son las más adecuadas o eficaces.

Con un ejemplo lo vamos a ver mucho más claro. Imagina a una persona que decide divorciarse tras descubrir que su pareja le ha sido infiel. Su sistema de supervivencia mental decide que la solución para que este hecho no se vuelva a producir en futuras relaciones es elevar su nivel de alerta. A partir de ese momento, esta persona se comportará de una manera muy posesiva con todas sus parejas. Se enfadará cada vez que vea a su compañero mirando o sonriendo a otras personas y lo reprenderá por semejante comportamiento. Estas reacciones estarán motivadas por la «solución» que acuñó en el incidente inicial de infidelidad. Sin embargo, la «solución aprendida» no es la más adecuada para mantener relaciones sentimentales más sanas.

 class=

El otro gran enemigo a la hora de gestionar conflictos es la tendencia que todos tenemos a generalizar nuestra realidad mental y hacerla extensiva al resto de personas. Aunque todos vivimos en una misma realidad, cada uno la percibe y la interpreta a su manera. Tal y como hablábamos en nuestro artículo «Los mapas mentales o por qué no existen las verdades absolutas» no nos damos cuenta de que nuestra realidad interna es exclusivamente nuestra. Es muy raro que otras personas perciban el mundo tal y como lo experimentamos nosotros. Dar por hecho que el resto piensa igual que lo hacemos nosotros no sólo no ayuda a solucionar conflictos, sino que los promueve.

¿Cómo podemos abordar positivamente un conflicto?

Aumentar nuestra habilidad de análisis

Como hemos visto, la restimulación es un mecanismo que mira al pasado, nos saca del presente y reduce las posibilidades de que realicemos un análisis racional de la situación que estamos viviendo en ese momento. La «solución aprendida» que genera este fenómeno se activa de forma mecánica, se pone a los mandos y nos relega a un segundo puesto en el que no tenemos ni voz, ni voto. Nunca podremos abordar un conflicto desde otro punto de vista distinto al de la «solución aprendida» si no somos capaces de detener esa respuesta automática. Para lograrlo es preciso que aumentemos nuestra habilidad de análisis conscientemente, nuestro autocontrol y nuestra responsabilidad. De este modo podremos valorar si cada respuesta que damos es la más adecuada a la circunstancia que estamos viviendo en ese momento concreto.

Desarrollar la flexibilidad

Para desmontar nuestra tendencia a generalizar nuestra realidad mental hay que empezar asumiendo que, aunque vivamos en una realidad común, nuestra realidad no tiene que ser necesariamente la del resto. Si somos capaces de ser flexibles y adoptar los puntos de vista de otras personas, se abrirán ante nosotros nuevas opciones para entender el mundo. De esta forma descubriremos otras posibilidades, más útiles y agradables, que nos permitirán gestionar eficazmente nuestras diferencias con el resto de personas.

 class=

Potenciar la creatividad

Es muy importante que estimulemos nuestra inventiva. De este modo nos resultará mucho más sencillo hallar otro tipo de soluciones a los conflictos. Potenciando nuestra creatividad seremos capaces de expandir nuestro campo de visión para observar cualquier conflicto desde una perspectiva más amplia. Esta visión aumentada nos permitirá encontrar nuevas salidas que antes no estaban a nuestro alcance.

Aplicar el pensamiento ético

Recurrimos al pensamiento ético cuando analizamos un conflicto desde un punto de vista global. Un enfoque valiente que busque una solución transversal que contente y beneficie a todas las partes implicadas. Apostar por una estrategia integradora que haga sentir ganador a todas las partes, es decir, conseguir lo que quieres al tiempo que los demás también salen ganando, es una excelente opción para gestionar cualquier conflicto.

Debemos ser capaces de aprender a mirar los conflictos con otros ojos. Despojarlos de sus connotaciones negativas y tratar de verlos como auténticas oportunidades de enriquecimiento personal. Gracias a ellos podemos descubrir que poseemos habilidades que desconocíamos, desarrollar nuevas maneras de relacionarnos con la gente que nos rodea e incluso estrechar lazos con las personas que no piensan como nosotros. Cada vez que surja un conflicto en nuestras vidas debemos detenernos, respirar tranquilos y valorar cuál es la mejor manera de abordarlo. Sólo así seremos capaces de descubrir qué regalo nos trae bajo el brazo.