Todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, nos enfrentamos a situaciones difíciles, a momentos de crisis o a profundos traumas. Si queremos sobreponernos y superar estas circunstancias con un mínimo de éxito sólo disponemos de una vía: apelar a nuestra resiliencia, es decir, a la capacidad que tenemos los seres humanos para hacer frente a las situaciones difíciles al tiempo que sacamos provecho de ellas.
Una persona con una actitud resiliente es capaz no sólo de gestionar, sino también de salir fortalecido de cualquier eventualidad. Ante cualquier trauma, puede inclinar la balanza —tomando medidas que le permitan sobreponerse a la circunstancias que lo atormentan— y optar por un aprendizaje que favorezca su crecimiento.
Cualidades de la resiliencia
La resiliencia no es una cualidad innata, es una actitud que todos podemos desarrollar y cultivar, tan sólo debemos adoptar ciertos hábitos y creencias. Y aquí tenemos una de las claves: nos encontramos ante una habilidad compleja que está compuesta por la suma de otras. Para potenciar la resiliencia necesitamos fortalecer aquellas cualidades que nos permiten adaptarnos positivamente a cualquier adversidad. Veamos cuáles son:

Afrontamiento
No es posible la resiliencia sin afrontamiento. Si no fuera por esta actitud, no seríamos capaces de coger el toro por los cuernos y encarar las situaciones difíciles; huiríamos en cuanto nos sintiéramos abrumados, cansados o sobrepasados por las circunstancias. Adoptar una actitud basada en el afrontamiento nos hace ver que eludir los problemas sólo sirve para aumentar su poder sobre nosotros. Si no adoptamos esta actitud, los problemas toman el control y sus consecuencias acaban por impregnar hasta el último aspecto de nuestras vidas. Para evitar que esto suceda, debemos recurrir al afrontamiento porque con cada paso que damos en esta dirección, aumenta nuestra sensación de certeza, de estabilidad y de bienestar.
Responsabilidad
Haciéndonos responsables de nuestros actos podemos afrontar con éxito y sacarle provecho a cualquier dificultad. En el artículo «Beneficios del desarrollo personal (en primera persona)» explicábamos que apelando a la responsabilidad para asumir y cambiar las conductas que nos perjudican, propiciamos unos resultados más satisfactorios en el futuro que, invariablemente, mejoran nuestras vidas. Actuar responsablemente —asumiendo nuestros actos y las consecuencias que generamos sin culpar de nuestros males a agentes externos— nos permite tomar las riendas de nuestro destino. Es sencillo de entender: al ser nosotros los que decidimos nuestros pasos, evitamos que otros lo hagan en nuestro lugar.

Flexibilidad
Tampoco se entiende la resiliencia sin flexibilidad. Debemos aprender del río y de su contínua búsqueda del mar. Darnos cuenta de cómo adapta su recorrido para superar los distintos obstáculos que le impiden alcanzar su destino. Cuanta mayor sea nuestra flexibilidad más sencillo nos resultará poner nuestros pies en la buena dirección. Las actitudes rígidas nos pueden aportar un cierto grado de estabilidad, sin embargo, también nos hacen reincidir en pensamientos y en conductas que ocasionan resultados pocos deseados. Siempre se le puede sacar algún provecho a cualquier situación —por muy adversa que sea—, la flexibilidad es una de las herramientas que tenemos para poder conseguirlo. Gracias a ella podemos mirar los problemas con otros ojos, unos que nos permitan encontrar una solución satisfactoria.
Creatividad
Las personas que afrontan sus problemas no suelen quedarse bloqueados. Por muchos obstáculos que encuentren a su paso, siempre hallan un recorrido alternativo que les permite sortearlos y seguir adelante; porque los callejones sin salida sólo son vías muertas hasta que encontramos otra que nos permite continuar con nuestro camino. La creatividad juega un papel fundamental en este proceso de búsqueda de soluciones. Si la cultivamos lo suficiente, siempre hallaremos una solución provechosa a cualquier situación.

Percepción de los beneficios
Los seres humanos, con nuestra actitud y nuestra visión, tenemos el poder de convertir las situaciones perjudiciales en beneficiosas. Podemos conseguir que las dificultades sean, al mismo tiempo, experiencias provechosas que nos hagan crecer como personas. Esto es así porque los problemas nos incitan a recorrer caminos que quizá, en otras circunstancias, ni nos plantearíamos. Si somos capaces de mirar un poco más allá siempre encontraremos algún aspecto de la situación que nos permita enriquecernos y desarrollarnos. Entrenar nuestra mirada nos permite ver el estiércol no como apestosos excrementos, sino como abono para nuestro jardín.
Dirigir la atención
Hay que aprender a dirigir el foco. Si somos capaces de orientar nuestra atención hacia la búsqueda de soluciones, en vez de sentir que hemos fracasado o nos hemos estancado, experimentaremos una gratificante sensación de libertad.
Tolerancia a la frustración
Saber que no hemos conseguido aquello que deseamos o por lo que hemos trabajado, genera una enorme sensación de frustración. En muchas ocasiones cometeremos errores o nuestros intentos no tendrán los resultados esperados. En esos casos es preciso no tirar la toalla y continuar nuestro camino. Si reflexionamos, aprendemos de nuestros errores y aplicamos lo aprendido, favoreceremos una satisfactoria sensación de control sobre nuestras vidas, al tiempo que reduciremos la sensación de fracaso.

Autoconocimiento
Si no sabes conducir, ¿cómo pretendes llegar a tu destino en coche? Si nunca has aprendido a montar a caballo, ¿cómo quieres recorrer la pradera al galope? De igual forma, si no sabes cómo funciona tu mente, ¿cómo puedes realizar los cambios necesarios —en tu ser, en tu pensar y en tu actuar— para gestionar las dificultades que entorpecen tu camino? Para manejar los envites de la vida resulta indispensable saber quiénes somos, conocer nuestros valores, averiguar cómo podemos modificar nuestros puntos de vista o de qué manera podemos mejorar nuestras conductas.
Conclusiones
Cualquier persona tiene la capacidad de sobreponerse a una situación adversa, pero sólo a través de la resiliencia podemos, además, salir fortalecidos de ella. Cultivar esta habilidad es fundamental si queremos encarar los problemas con un mínimo de garantías al tiempo que enriquecemos nuestro desarrollo y disfrutamos de una vida más cómoda.
Las personas resilientes saben que las crisis no son eternas, que tras la tormenta siempre sobreviene la calma, y que el futuro depende de la fuerza con la que encaremos el presente. No esperes más y conviértete en una de ellas. Atrévete a transformar cualquier dificultad en un trampolín que te impulse a llegar más lejos.